martes, 26 de enero de 2010

No podíamos esperar a compartir esta crítica

Simples observadores


Sara Molina | Actualizado 26.01.2010 - 08:21
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Un momento de '(espérame despierto)' en el Teatro Alhambra.

Espérame despierto. Compañía: Mopa. Dirigido y coreografiado por: Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola. Creado, coreografiado e interpretado por: Eloísa Cantón y Juan Luis Matilla. Diseño de iluminación: David Linde. Teatro Alhambra. Fecha: 24 de Enero.

Así, como simples observadores, sin tener que hacer juicio alguno nos gustaría salir de la representación de (espérame despierto) para volver a casa sintiéndonos así : dignos espectadores de la invitación que la pieza nos brinda. (espérame despierto), un trabajo de Juan Luis Matilla, Eloísa Cantón y Juan Kruz Díaz de Garaio Esnaola, es un buen trabajo. Y está plagado de aciertos. Y de ideas bonitas. Ideas curiosas, misteriosas, sencillas y poéticamente intelectuales. Ideas que aspiran a tomar la carne. Se trata de una propuesta en la tradición más pura del contemporáneo que aspira también a una narrativa sin temor a mancharse por lo que se quiere decir y queda dicho.

Como se suele decir de manera sencilla: es un trabajo que está muy bien. Y que se atreve con el silencio. Ese silencio elocuente que no calla del todo, momentos en los que se crea una barrera invisible, pero tremenda, entre espectadores y espectáculo que afortunadamente va deshaciéndose poco a poco pero que, evidentemente, nos deja durante bastante rato pensado, sintiendo, tal vez escuchando demasiado gravemente, que nada tenemos que hacer allí, que todo está del otro lado, que con nosotros o sin nosotros aquello va a seguir su curso y eso no gusta demasiado. Su coherencia o incoherencia, la de la propuesta coreográfica y temática, les pertenece plenamente como interpretes y algo de "o lo tomas o lo dejas" fluye en un ambiente que tal vez no esté acertadamente iluminado hasta bastante bien avanzada la propuesta.

La metáfora del abandono que Mopa propone temáticamente, ya el programa de mano, se plasma, aún a pesar de la densa y correcta atmosfera del espectáculo con dificultad, devorada en ocasiones por el exceso y densidad de lo conceptual y la necesidad de los intérpretes de permanecer atentos a la ejecución de unos movimientos que no permiten que el conflicto entre ambos y su carne se enrede lo suficiente. Contrastan hábilmente el dolorido físico de Juan Luis con la limpidez y determinación corporal de Eloísa, pero hasta que llegan algunas elocuentes imágenes del final del espectáculo, apenas si vemos cómo esto juega un papel importante en lo que se cuenta, en lo que mueve el movimiento y la puntuación musical que marca el texto corporal. Desearíamos más de algo que despunta de vez en cuando y que se oculta de inmediato bajo el peso del "acierto". En general preferimos ser inteligentes a ser sinceros y no sabré nunca que es mejor ni cuándo serlo. Desde luego es algo que no está dado que hay que jugar en cada ocasión. Y que la repetición, esa ley terrorífica de la escena, evidencia u oculta según el día la hora y el estado de la vida viva de los cuerpos. Desde luego no es fácil escribir de un trabajo que nos propone mirar, ser testigos de una intimidad construida y esperar solos y despiertos...